A mediados de los años 1980 surgió en Venezuela el movimiento musical de los ensambles, consistente en agrupaciones de tres a cinco músicos con instrumentos típicos y académicos que interpretaban arreglos de MCV (Música Criolla Venezolana) dentro de un ámbito que oscilaba entre la música de cámara y las jam sessions de influencia jazzística. Las melodías populares eran revisitadas y de la interacción de los músicos brotaban versiones originales y novedosas que incorporaban elementos estéticos de diversos orígenes. Este fenómeno urbano contribuyó a modernizar la música criolla haciéndola más interesante en particular para la juventud.
El Ensamble MCV se inscribe dentro de los cánones de este movimiento y pretende contribuir a la difusión de este repertorio y su interpretación, realizando conciertos en los más diversos escenarios. Los músicos que conforman este proyecto han participado en varios de los ensambles venezolanos. Las piezas interpretadas pertenecen al folklore, a compositores populares y a los propios integrantes de El Ensamble MCV.
La propuesta musical ofrecida por El Ensamble MCV puede formar parte de una amplia variedad de espectáculos, desde festivales de jazz, en los que la improvisación es una constante indispensable para definir al estilo, o de world music –gracias a la base folclórica sobre la que se sustenta el repertorio presentado-, hasta encuentros de grupos de cámara en los que arreglos meticulosamente elaborados sorprenderán a un público que, si bien podrá apreciar la ensayada complejidad del discurso musical, no dejará por ello de maravillarse ante el contraste creado por la libre improvisación de numerosos pasajes.
Quienes acudan a un concierto de El Ensamble MCV percibirán de inmediato que la compenetración existente entre sus integrantes y el predominio del trabajo colectivo son los catalizadores que permiten sintetizar una propuesta original. Para este cuarteto las partituras nunca dictan versiones definitivas de los temas; por el contrario, constituyen una hoja de ruta por la cual se encamina la inspiración creadora, siempre matizada por la interacción de los músicos en el escenario y por la respuesta de la audiencia. Es gracias a un enfoque tan amplio que podemos encontrar ritmos desenfrenados propios de ambientes festivos coqueteando con melodías apacibles, virtuosismos desbordantes dando paso a secciones repletas de contenida sensibilidad; toda una experiencia catártica en la que vivencias humanas transmutadas en melodías se ofrecen a un público que generoso las recibe y que a su vez las retorna, disfrazadas de suspiros y aplausos, para que sean nuevamente traducidas por los músicos, en un continuo ciclo creativo que no deja a nadie indiferente.
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